Muerto Hasta el Anochecer


Pero yo estaba esperando mi propio vampiro

Él parecía perdido en sus pensamientos, así que pude echarle un buen vistazo antes de que alzara la mirada.

Denise no era realmente guapa, pero sí tan ostentosa y segura de sí misma que uno tardaba un tiempo en darse cuenta de lo escaso de su belleza.

He oído muchas veces que la sangre sintética que desarrollaron los japoneses bastaba para la nutrición de los vampiros, pero que no llegaba a satisfacer verdaderamente su hambre, por lo que de vez en cuando ocurrían "desafortunados incidentes" (ese era el eufemismo vampírico para el asesinato de un ser humano por su sangre). Y allí estaba Denise Rattray, acariciándose la garganta, girando el cuello de lado a lado... Qué zorra

Es atractivo, y aunque también puede portarse mal, la mayoría de las chicas parecen dispuestas a pasar eso por alto.

Jason me sonrió, y me sorprendí una vez más de que las demás mujeres no vieran el egoísmo que había en esa sonrisa

Se suponía que la sangre de vampiro aliviaba de forma temporal los síntomas de las enfermedades y aumentaba el vigor sexual, una especie de cortisona y viagra todo en uno, y había un enorme mercado negro para la sangre vampírica genuina y sin diluir. Llevaba un par de años siendo la droga de moda, y aunque algunos consumidores se volvían locos después de beber sangre pura de vampiro, eso no frenaba el mercado. Y donde hay mercado, hay proveedores; en este caso, como acababa de descubrir, la repugnante Pareja Rata. Ya habían atrapado antes a otros vampiros y los habían drenado, vendiendo las pequeñas redomas de sangre hasta por doscientos dólares cada una.

se había atrevido a pedírmelo directamente, porque eso supondría admitir que yo poseía este don, esta maldición. La gente no puede admitirlo. Prefieren creer que estoy loca, ¡lo que en ocasiones casi es cierto!

–¿Estás suponiendo que, ya que has venido a mi rescate, estás a salvo? ¿Que después de todos estos años aún albergo una dosis de sentimentalismo? Los vampiros a menudo se vuelven contra los que confían en ellos. No tenemos los valores humanos, ya lo sabes.
 –Un montón de humanos se vuelven contra los que confían en ellos –señalé; suelo ser práctica–. No soy una completa estúpida –alcé la mano y giré el cuello. Mientras él se recuperaba, yo me había rodeado garganta y brazos con las cadenas de los Ratas.

Una vez más nos miramos el uno al otro en silencio. Tuve miedo de no volver a verlo nunca más. A1 fin y al cabo, su primera visita a Merlotte's no había sido todo un éxito, precisamente. Así que me esforcé por captar todos los detalles que pudiera. Atesoraría este encuentro y lo rememoraría durante mucho, mucho tiempo. Era algo especial, un premio. Quería tocar de nuevo su piel, porque no lograba recordar cómo era el tacto. Pero eso iría más allá de cualquier norma de educación, y además era posible que ante algo así le diera por empezar de nuevo con esa basura seductora.


Se supone que mi sangre mejora vuestra vida sexual y vuestra salud.
–Estoy tan sana como un caballo –le respondí con sinceridad–, y no tengo vida sexual que mejorar. Haz lo que quieras con ella.

Son hombres y mujeres que salen con vampiros, les gusta que los muerdan. Son como fans de los vampiros. Pero me parece a mí que no duran mucho, porque quieren que los muerdan todo e1 rato, y antes o después reciben un mordisco de más.


Simplemente le gustaba pasárselo bien, no era una profesional. –Fue bonito por su parte defender a Maudette, considerando lo que yo sabía del carácter egoísta de Jason. Empecé a tener mejor opinión de mi hermano mayor–. Y se sentía algo sola, supongo–añadió.

El contacto físico acelera mi discapacidad, hace imperativo que escuche a la persona que me toca. Lo miré fijamente a los ojos durante un largo instante; entonces recobré el control y me retiré al tiempo que sus brazos me soltaban. Me giré y salí del almacén, asustada.

Abrí mi mente, dejé caer por completo mis protecciones, me relajé. Su silencio se derramó sobre mí. Permanecí inmóvil, con los ojos cerrados, y respiré disfrutando de un alivio demasiado profundo para expresarlo con palabras.


En ese momento sentí que no importaba nada codo lo que hubiera hecho la criatura que tenía al lado; aquella paz era algo inapreciable tras toda una vida de tener las quejas de los demás dentro de mi cabeza.
–Tú también me sientas bien–dijo, y me sorprendió.
–¿Y cómo es eso?–pregunté, con voz pausada y soñadora.
–No tienes miedo, ni prisas, ni me condenas. No tengo que usar mi glamour para que te quedes, para tener una conversación contigo.
–¿Glamour?
–Es como un hipnotismo–me explicó–. Todos los vampiros lo usan hasta cierto punto. Porque, antes de que se inventara la nueva sangre sintética, para alimentarnos teníamos que persuadir a la gente de que éramos inofensivos... o convencerlos de que ni siquiera nos habían visto... o engañarlos para que pensaran que habían visto otra cosa.



–¿Llevas al menos enaguas? –me preguntó.
–¡Llevo una preciosa braga de nylon beige con encaje! – repliqué indignada–. ¡Y si fueras un chico humano, diría que estás tratando de que te hable de mi ropa interior!



De hecho, llegué a plantearme si Bill trataría de besarme o no. Con sus ideas sobre los vestidos largos, probablemente creyera que resultaba inapropiado.
Pero por estúpido que pueda parecer besar a un vampiro, me di cuenta de que era lo que de verdad quería hacer, más que ninguna otra cosa. Sentí un peso en el pecho, una amargura ante otra cosa que se me prohibía. Y pensé: ¿por qué no?
Lo detuve, tirando con suavidad de su mano. Me puse de puntillas y posé mis labios sobre su reluciente mejilla. Inhalé su olor, normal pero algo salado. Llevaba una pizca de colonia.
Sentí que Bill temblaba. Giró la cabeza de modo que sus labios tocaran los míos. Tras un instante, rodeé su cuello con mis brazos. Su beso se hizo más intenso y yo abrí los labios. Nunca me habían besado así. Siguió y siguió hasta que todo el universo quedó envuelto en ese beso de la boca del vampiro sobre lamía. Noté que se me aceleraba la respiración, y empecé a desear otras cosas.



Pasé una cantidad indecente de tiempo despierta en la cama, preguntándome si los muertos vivientes podrían de verdad hacer... eso. Además, me planteaba si sería posible mantener una discusión franca con Bill respecto a ese tema. A veces parecía muy chapado a la antigua, y otras tan normal como cualquier otro hombre. Bueno, no tanto, pero bastante normal.
Me parecía tan maravilloso como patético que la única criatura que conocía en muchos años con la que quería hacer el amor, en el fondo no fuera humana. Mi telepatía limitaba seriamente las opciones disponibles. Sí, sin duda podría tener sexo solo por placer, pero había esperado para poder disfrutar de verdad de una relación sexual.



–¿Puedo darte un beso de despedida? –me pidió, con las manos en los costados, dejando muy claro que no me tocaría hasta que yo le diera luz verde.
–No –dije con vehemencia–, no podría soportarlo después de verlos.
–Iré a verte.
–Sí. Tal vez.


no contenta pero al menos sí resignada. Con el dolor de cabeza y los remordimientos de quien tiene una resaca terrible (aunque la mía era emocional más que provocada por el alcohol),

JB, nunca dispuesto a dejar pasar la oportunidad de sacar partido, me rodeó con sus dos brazos y prosiguió con las palmadas, pero pareció concentrarse en el punto central de mi espalda (para descubrir si llevaba sujetador) y después un poco más abajo. Recordé que a JB le gustaban los traseros firmes.

JB estaba pensando que Dawn fue asesinada mientras follaba a lo loco, a solo unos metros de distancia de él, y que aunque eso era terrible también era algo excitante, y Sookie todavía tenía un tipazo. Deseaba poder tirársela ya mismo. Era tan dulce y bonita... Estaba apartando a un lado la humillación que sintió cuando Dawn le pidió que la pegara, y él no pudo; además era una humillación muy antigua.

–¿Estás enamorada de ese vampiro? –me preguntó a bocajarro.
–¿Dónde has oído eso?
–Dawn lo dijo. –El rostro de JB se ensombreció al recordar que Dawn estaba muerta. Al revisar su cerebro descubrí que lo que Dawn había dicho era: "Ese nuevo vampiro está interesado en Sookie Stackhouse. Yo le haría un mejor servicio; necesita una mujer que pueda soportar que la traten duro, y Sookie gritaría si la toca".


Bill es un buen tipo para ser vampiro, pero sencillamente no es humano.
–Cielo, tú tampoco –le dije, en voz muy baja pero con claridad. Y le di la espalda, no queriendo admitir de modo exacto por qué estaba tan enfadada con él, pero deseando de todos modos que él lo supiera.


Les dijiste a todos esos vampiros que te pertenecía–dije.
–Sí.
–¿Qué significa eso exactamente?
Significa que si tratan de alimentarse de ti, los mataré – explicó–, significa que eres mi humana.
–Debo decir que me alegra que lo hicieras, pero no estoy muy segura de lo que conlleva ser tu humana–dije con cautela–. Y no recuerdo que me preguntaran si me parecía bien.


Me has mirado como si hubiera hecho algo malo –le espeté.
Solo dudaba de mi capacidad para meterte allí y luego sacarte sin tener que matar a alguien que te deseara.
–Estás siendo sarcástico. –Seguí sin mirarlo.

Pareces estar diciéndole eso a todo el mundo–murmuré. No hice nada al respecto, me limité a mencionarlo.
–Es una tradición vampírica–me explicó de nuevo–. Si te declaro mía, nadie más puede tratar de alimentarse de ti.
Alimentarse de mí. Es una frase preciosa–intervine con hosquedad, y Bill llegó a poner cara de exasperación durante unos segundos.


–¿Qué? –comencé a decir, pero no pude añadir más. Bill soltó mi cinturón, echó atrás el asiento y me agarró antes de que lograra terminar la frase. Temí que estuviera furioso, así que al principio luché contra él, pero era como empujar un árbol. Entonces su boca alcanzó la mía, y supe lo que pretendía.
Oh, y tanto que sabía besar. Puede que tuviéramos problemas de comunicación a algunos niveles, pero aquel no era uno de ellos. Pasamos un rato estupendo durante unos cinco minutos; pude sentir las oleadas de sensaciones que me atravesaban el cuerpo. A pesar de la incomodidad de estar en el asiento delantero de un coche, logré sentirme cómoda, principalmente porque él era muy fuerte y delicado. Le mordisqueé la piel con mis dientes, lo que le hizo soltar una especie de aullido.


C. Podía haber dejado claras sus intenciones, en vez de dedicarse a esas extrañas adivinanzas

–¿Sientes algo por él?
Después de tantos rodeos, Sam había decidido lanzarse al asalto por la entrada principal.
–Sí–dije.
–Sookie–me respondió–, no tienes futuro a su lado.
–Pues él ya lleva bastante en este mundo. Confío en que esté por aquí unos cuantos cientos de años más.


Sam parecía estar todo el rato a punto de hablar, y entonces sacudía la cabeza y guardaba silencio. Me sacaba tanto de quicio que tenía ganas de patearlo.

Asentí con indiferencia. Bill se sentó en el sofá de flores y me señaló la vieja otomana que había delante. Me senté obediente y él se inclinó un poco, rodeándome con sus muslos. Empezó por la coronilla y comenzó a deshacerme los nudos del pelo.
Como siempre, su silencio mental fue muy agradable. Para mí siempre era como introducir el primer pie en un estanque de fría agua tras haber dado una larga y dura caminata bajo un sol abrasador.


Fue estupendo oír solo lo que decía su cuerpo, no esas quejas mentales tontas que solo servían para fastidiar momentos como aquel. Y su cuerpo me estaba diciendo algo muy sencillo.
Me levantó con tanta facilidad como yo daría la vuelta a un bebé. Me giró y quedé sobre su regazo, mirándolo, con una pierna a cada lado de su cuerpo. Pasé los brazos junto a su cuello y me incliné un poco para besarlo. Seguimos y seguimos, pero tras un rato Bill estableció un ritmo con la lengua, un ritmo que incluso alguien tan inexperto como yo podía identificar. La camisa de dormir se me subió hasta las caderas. Comencé a frotar sus músculos sin freno. Fue curioso, pero me vino a la memoria una sartén de caramelos que la abuela puso una vez en el horno para la receta de un dulce; pensé en aquella dulce masa derretida, dorada y caliente.


–¿Será diferente a hacerlo con un chico normal? –pregunté.
–Y tanto que sí. –Lo miré interrogadora–. Será mejor–me murmuró al oído, y sentí una punzada de pura excitación. Con algo de vergüenza alargué la mano para tocarlo, y él emitió un sonido muy humano. Tras un instante, el sonido se hizo más profundo.


Oh, por favor, Bill, por favor! –y le clavé las uñas en las caderas, casi ahí, casi ahí, y entonces un pequeño cambio de postura le permitió apretarse incluso más profundamente contra mí, y antes de poder controlarme estaba volando, volando, blanca con rayas doradas. Sentí que Bill apretaba sus dientes contra mi cuello, y dije: "¡Sí!". Noté que sus colmillos me perforaban, pero fue un dolor mínimo, un dolor excitante, y mientras se corría en mi interior le sentí lamer la pequeña herida.

Te amo.
Nunca antes me lo había dicho, y casi podría haber sido solo mi imaginación, de lo baja y susurrante que fue su voz.


Te amo –dije–. No sé por qué, pero te amo. Quiero llamarte todas esas palabras cursis que se usan cuando amas a alguien, sin importar lo estúpidas que suenen porque se las diga a un vampiro. Quiero decirte que eres mi cariñín, que te amaré hasta que seamos ancianos y canosos, aunque eso no va a suceder. Decirte que sé que siempre me serás fiel, y oye, eso tampoco va a suceder. Cuando trato de decirte que te amo, Bill, me choco contra un muro de piedra. –Quedé en silencio. Ya lo había soltado todo.

–¿Qué te ha puesto tan furiosa?
No podía contarle lo de Arlene.
–Bill, ¿qué haces cuando te pones furioso?
Hago pedazos un árbol. En ocasiones hiero a alguien.
Comparado con eso, cavar un agujero no parecía tan malo. Incluso podía considerarse constructivo. Pero todavía estaba tensa, solo que ahora se parecía más a un temblor sutil que a un aullido de alta frecuencia. Miré a mi alrededor incansable en busca de algo que hacer. Bill pareció interpretar correctamente los síntomas.
Haz el amor –sugirió–. Haz el amor conmigo.
–No estoy del humor adecuado para el sexo.
–Deja que intente persuadirte.


la estrangulara. Y entonces tuvo un pensamiento nítido que me dejó helada: el sheriff Dearborn creía que "de todos modos, estas chicas son todas unas fracasadas". Pude interpretar el pensamiento en su contexto porque el sheriff resultó muy fácil de leer. Logré detectar los matices de su idea, estaba pensando: "Trabajos poco cualificados, sin estudios universitarios, jodiendo con vampiros... son deshechos de la sociedad".


Las palabras "herida" y "furiosa" no empiezan siquiera a describir cómo me sentía ante la valoración del sheriff.


–¿Quieres que dejemos de serlo?
El dolor de mi pecho fue tan intenso que me puse la mano encima, apretando la zona sobre mi seno.
–¿Sookie? –Estaba arrodillado junto a mí, rodeándome con un brazo. No pude responderle, me faltaba el aliento–. ¿Me amas?
Asentí.


Bueno, pero encontré a su ladrón.
–Sookie, no sabes mucho del mundo.
Lo miré sorprendida.
Supongo que eso es cierto.
Las cosas no resultan... justas. –Bill miró hacia la oscuridad–. Incluso yo mismo pienso a veces que ya no sé mucho. – Hubo otra pausa lúgubre–. Solo en otra ocasión había visto que un vampiro le aplicara la estaca a otro; Eric está cruzando los límites de nuestra sociedad.


no era modo de vivir, pensé, sacudiendo la cabeza desesperada.

Cuando se aclaró la neblina, era Sam el que estaba de rodillas en el suelo, en cueros. ¡Guau, qué culo! Tuve que obligarme a cerrar los ojos y decirme repetidas veces que no estaba siendo infiel a Bill. El culo de Bill, me dije con firmeza, era igual de bonito.

No he visto lo que tenía delante hasta que me he dado cuenta de que me lo podían quitar –dijo con voz serena.

A veces no tienes más remedio que dejarte llevar.

Tú siempre serás la primera para mí. Solo tienes que agitar el meñique y vendré corriendo.

Había tensión suficiente en el cuarto como para enviar una flota de histéricos en busca de sus tranquilizantes.

Se me hacía cada vez más difícil hablar. Tomé su mano entre las mías, la apoyé contra mi mejor mejilla. De repente, todo lo que le había echado de menos se concentró como un nudo en mi pecho, y relajé los brazos. Se sentó con cuidado al borde de la cama, e inclinándose sobre mí, con muchísimas precauciones, pasó sus brazos por debajo y me incorporó hacia sí, milímetro a milímetro, para que me diera tiempo a quejarme si me dolía.

Pronto volveremos a la normalidad–dijo Bill, tumbándome de nuevo con delicadeza para poder apagar la luz del cuarto de baño. Su cuerpo brillaba en la oscuridad.
–Claro –susurré–, desde luego. De vuelta a la normalidad.


Fin  del  primer libro.

1 comentario:

  1. Me encantó este libro, es muy muy lindo. En él los vampiros son vampiros en serio aunque no dejan de gustarme los otros también.
    Gracias por recordarme esto tan bello.
    Besos.

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